lunes, 31 de marzo de 2014

Monólogos y diálogos con la (cer)razón I

No me conoces. Ya te olvidaste de que me conoces.

Construimos castillos para después pensar que los descubrimos, que estaban ahí desde antes. Y esos castillos tienen murallas. Estamos separadas por murallas. Murallas que nos construimos.

La radicalidad choca con la apatía. La apatía se enreda con la intolerancia, con el bostezo frente a lo desconocido, o frente a eso conocido que no se recuerda. Te hace falta conocerme para recordar que me conoces.

El aire choca con sus ondas en los oídos que escuchan pero no escuchan. Que escuchan unas voces y se rehúsan al encuentro de otras. Y esos oídos escuchan sin escuchar (y escuchan sin saber que escuchan) las palabras que se dicen sin decirse. Porque mucho de lo que decimos está en lo que no decimos, y porque hay algo que se llama implicatura, que es lo que resta cuando extraemos lo explícito de lo dicho.

Los contrastes hablan. Los odios hablan. Los amores hablan. Los odios que no se aceptan se pudren por dentro y hacen otra clase de daño. Los odios que se aceptan son los únicos que se pueden trabajar.

Prefiero el cinismo que la hipocresía. A veces no sabemos que somos hipócritas. El verdadero cínico se sabe cínico: es parte de su definición. El verdadero cínico no puede hacerse la víctima: el hipócrita sí.

Tiempo toma; tiempo es lo que nos falta. ¿Habrá suficiente tiempo? Si (digo que) nos falta tiempo, ¿entonces es que no hay suficiente -digo, porque (digo que) falta-? ¿O debo decir que todavía no hay suficiente, que todavía no ha habido suficiente? ¿No es que falte voluntad también? ¿Las voluntades peligran? ¿Qué dice la lluvia? Lluvia: lo que sea que llueve cuando llueve. ¿Cuándo llueve? Los silencios están colmados de palabras no dichas, de ventanas y puertas cerradas, de estallidos en el cielo que terminan en lluvia. Los silencios están colmados de lluvia. La lluvia está colmada de silencios. Estas palabras están colmadas de otros silencios: de aire, de no decir nada; mientras que otros otros-silencios son lo único que dice todo lo que se puede decir. (¿Entonces esos silencios son implicatura pura?)

Por eso luego la palabra está todita devaluada, y hace falta la ironía de decir "todita" para referirte a "todota". Porque así muchas cosas ya no hacen sentido. Así pasa cuando sucede y otras redundancias. Porque la redundancia, que es un decir-algo, es el verdadero no-decir-nada, aunque toda repetición es parcial y ninguna repetición es completa (¡justo!, ¿lo puedes ver?). Porque, aunque sea, se añade un poquito de desesperación. Léase esta línea una y otra vez. Léase esta línea una y otra vez. Léase esta línea una y otra vez. Desesperación. Desesperación. Desesperación. Y no es que esté muy desesperado (de verdad, jaja).

Esperar. Tiempo. Ausencia. Desesperar. Tiempo. Ausencia. Intente repetirlo miles de veces sin desesperarse. Falle estrepitosamente. Así es la vida de quien (des)espera tanto. O peor.

Creo que ya fue mucho elaborar sobre la desesperación para alguien que a estas alturas nada más espera dormir pronto. ¡Qué tarde es! ¡Qué temprano es!

1 comentario:

  1. Cuatro preguntas:
    ¿Son reales esas murallas?
    ¿Cuál es el origen de esas murallas?
    ¿Se pueden derribar?
    ¿Cómo derribarlas?

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