martes, 18 de marzo de 2014

Tiempos de cambio

Empiezo el año corriendo por la ciudad en la noche. Alcanzo a ver las estrellas volteando rápidamente mientras las ruedas giran una vez más.

Escapo del coraje y de la angustia ajenos. ¿Cuántos muros nos separan? Te llevo en el morral y me doy cuenta por su peso. Pienso que volveremos a vernos.

Tiempos de cambio, tiempos de cambio, tiempos de cambio. No es tanto un mantra como la descripción y la prescripción de una certeza que no sólo sucederá, sino que ya es.

Te quiero. Te abrazo. Miro en tus ojos las gotas de una lluvia que me moja siempre. El cariño no deja de desbordarse y de bordarse. En mis labios hay unas palabras para pronunciar.

Me siento denso, muy denso. Me siento muy. ¿Muy qué? No lo sé y no importa. Uno de los peligros más grandes que tenemos es confundir el mundo con las representaciones que nos hacemos de él. ¿Acaso el mundo es más que representaciones, entonces? Quiero creer que sí.

Las agujas avanzan y rotan. Avanzan y rotan. Avanzan y rotan. Las estrellas en el cielo también. Yo las miro toda la noche con unos ojos que no son míos, que son los ojos capturados del tiempo apresurado, que nos permiten mirar de nuevo un mundo como nunca lo habíamos visto.

Escucho. Vienen por mí, por ti, por todo. No puedo decir que esto esté libre de agonía: escucha. Pero le hacemos frente y caminamos, caminamos. Hoy no hay lágrimas resbalándose. La agonía no es nuestra, por más que haga vibrar aquello que tocamos. Los instrumentos nos dictan, pero sólo atendemos desde nuestra posición-artificio, desde nuestra posición inventada sólo para poder escuchar. Y al fin y al cabo son sólo tonterías: como si la interpretación musical fuera cosa fácil, o difícil. (¿Qué estoy diciendo? Tengo sueño.)

Rayos, luces, dibujando en una bóveda-lienzo. Nos recubren sin que los veamos. Que nos preste el tiempo apresurado sus ojos y que nos cuente lo que sigue, pero no el final. Que la caja mágica nos muestre el trazo y la pista de las estrellas. Que la música nos acompañe. Que despertemos de un sueño, pero no del otro.

¡Cómo te quiero! ¡Y cómo te abrazo! ¡Y cómo te siento tan cerca! ¿Cuántas murallas nos distancian? ¿Cuántos minutos atorados en relojes mal sincronizados? ¿Cuántos segundos perdidos y olvidados? Que las estrellas me cuenten en sus mensajes secretos. Que me cuenten con la voz que sólo la paciencia escucha. ¿Cuánto tiempo nos queda?

Me pregunto, todavía, si nos alcanzará.

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