sábado, 28 de diciembre de 2013

Se me acaba un año

Y se acaba un año, como todos los días, aunque no como todos los días.

Me quedo con:

  • Una diversidad hermosa de nuevas amistades
  • Casi todxs lxs viejxs amigxs
  • Una bici (que me abre la ciudad en tiempo y espacio)
  • Dos perforaciones
  • Un tatuaje
  • Una colección de momentos bellos
  • Una serie (por escribir) de historias de sujetxs y su relación conmigo
  • Haberme sentido acosado sexualmente en la calle (D:)
  • Una materia reprobada
  • La lista siempre creciente de películas por ver, libros por leer...
  • Experiencias poliamorosas
  • Experiencias -leves, muy sencillas- poligámicas (nada contra mis principios)
  • Ganas de ahorrar para comprar una flauta transversal
  • Un viaje a una gran urbe a mediados del año que termina
  • Un viaje a la playa después de años de no ver una
  • Un viaje a un pueblo pequeño, lindo y en peligro
  • Muchas conclusiones y claridades sobre mí mismo
  • Un repertorio de canciones y piezas que llegaron a mí sin buscarlas
  • Una red más amplia de conocidxs que quieren cambios y trabajan por ellos
  • Una apertura a vivir el mundo, ¡que para qué te cuento!
  • Fotos de mí (un tanto) travestido
  • La suerte de haber mirado por instantes a los hilos que tejen la ciudad y a los engranes que la dejan moverse
  • Una ciudad sobrepoblada de recuerdos
  • Muchos testimonios de cierta tragedia del año pasado
  • Haber amado -y amar- sin límites: amores sin restricciones
  • Muchos proyectos por planear y por llevar a cabo
  • Muchos besos
  • Haber trepado árboles una y otra vez
  • Mis tres únicas veces ebrio hasta ahora (y al parecer dentro de un buen tiempo)
  • Haber consumido más alcohol en los últimos meses que en el resto de la vida ya sucedida
  • Haber fumado marihuana sin efectos considerables, según yo
  • La pregunta, en el momento correcto y con una sonrisa inolvidable para lxs demás: "si estarlo requiere una socialización previa, ¿puedo estar pacheco ahora mismo?"
  • ¡Haberme infiltrado a una posada para empleadxs!
  • Una cena de acción de gracias, reprogramada a otra fecha y con un pavo inyectado no con algo alcohólico sino con jugo de piña por las alergias de alguien en la mesa
  • El me-jor se-xo de to-da la vi-da
  • Un cine-club por rescatar
  • Cierta pesadez aplazada
  • La ligereza de que una chica me gusta un poco
  • La ligereza de que un chico me gusta un poco, y la ligereza de que no tengo que decirte para qué me gusta (jijiji)
  • ¡Muchísimas ideas!
  • Una curiosidad inmensa y renovada
  • Las posibilidades de usarme para experimentar conmigo (muajajá)
  • Un aroma a cigarro...
  • El descubrimiento de que de verdad soy un imbécil para fumar: no es para mí
  • ¡El rechazo a la invitación de unas lesbianas a ir a un bule!
  • La visita a un antro gay y el descubrimiento de que me desagradan tanto como los antros no-gay
  • Haber empezado a usar lentes (léase la siguiente lista)
  • Botas que me dan súper poderes
  • La invitación a hacer una canción con una banda de algo así como rock alternativo
  • La identificación personal como putx políticx, (pre)feminista
  • El cuerpo como espacio político
  • ¡El ano como espacio político!
  • La reconsideración ya no (tan) inocente de las utopías
  • Un concepto también menos inocente del arte
  • Miedos y deseos renovados
  • Deseo polívoco, polimorfo
  • Bailar, bailar como locx toda la noche (y más que nada haberlo hecho, poder hacerlo)...
  • Ser ahora una persona de perros (más que nunca)
  • Ser ahora una persona de gatos (más que nunca)
  • La entrega, consagrar la vida a generar obra (que es, en este caso, lo que yo decida que sea)
  • Los abrazos más fuertes, significativos, emotivos...
  • La vuelta a mí mismo: los viajes de autoconocimiento-autoconstrucción
  • La convicción presente del presente: lo que toca ahora es lo que toca; lo que siga es para quienes vienen, no para quienes estamos aquí-ahora
  • La oportunidad que la incertidumbre encierra
  • El año más intenso de mi vida

Me quedo sin:
  • Mis mejores amigxs.
  • Dos novixs (tanto juntxs como por separado)
  • La presencia en vivo de un gran amigo que se nos ha adelantado, uno de mis Dumbledores, quizá el último...
  • Mi bisabuela, linda, de noventa mil años y fumadora desde los 13
  • Mi bufanda (D:)
  • Dinero (alguien tiene que pagar la materia reprobada -y la colegiatura, en general-)
  • Haber viajado al mero sur (en todos los sentidos)
  • Haber terminado la investigación para cierto libro que tenemos que escribir
  • Una distinción muy clara -más que la artificial y que yo impongo para mí mismo- entre las amistades y los amores
  • Virginidades, y al fin y al cabo no las quería: son una construcción social apestosa
  • Lentes, por haberlos roto un día y haberlos perdido al siguiente en el antro gay visitado
  • Buena vista: cada vez se pone peor
  • Orientación sexual enmarcada en las categorías (construidas socialmente, claro) occidentales hetero/homo/bi/pan
  • Planes a futuro, fuera de mantener la convicción presente del presente y la consagración a hacer obra
  • El año más intenso de mi vida

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Me quedo y me escapo

Me quedo escuchando el carrusel de la vida.
Apenas podemos tomarla de un brazo y sentir un roce.
Pero se nos escapa de entre las manos, como el viento.
Y sigue girando, y girando, y girando.

Me duele el pecho.
Me lo arranco.
Camino derecho.
Ya no retrocedo. (Nunca nadie lo ha hecho.)

Dicen que los amorosos no esperan nada, pero esperan.
No tengo nada que agregar al respecto.
Pero sí, sí tengo una corrección.
Aunque no, yo ya no (lo) espero.

Me miro en los rostros de tanta gente.
Y te miento al decírtelo.
¿Pero quién eres tú? ¿Y quién he sido yo?
¿Detrás de la máscara siempre hay una matrioska?

Me escapo de las respuestas.

Desnúdame

Desnúdame con la imaginación.
Tírame al suelo.
No mires mi cuerpo.
Tómame de las manos.
Ponte a un lado.
Abrázame.
Desnudo tú también, por más ropa que tengas encima.
(¿Cuántas capas nos separan? Ninguna.)

Sé como una tormenta.
Bésame sin tocar mis labios.
Háblame sin pronunciar palabra.
Vámonos de viaje sin movernos de ahí.
Llora conmigo.

Sí, abrázame.
Y no dejes de abrazarme.
Soy un respiro.
Me voy con el aire. ¿A dónde?
¿Dentro?

Me agoto.
Entonces vuelvo a aparecer aquí.
Pero ya no estás.
Sólo hay vacío.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Cómo ha cambiado mi vida I

Ni siquiera sabría bien por dónde empezar a contarte cómo ha cambiado mi vida.

I. Lo que (no) sabes (I)

Sabes que ya no estoy con él. Lo que no sabes es que nuestra amistad cayó en una barranca.
Sabes que me enamoro una y otra vez. Lo que no sabes es cuánto me he enamorado de la ciudad.
Sabes que los abrazos en la cama me calman. Lo que no sabes es cuánto me faltan.
Sabes que quiero cambiar las cosas. Lo que no sabes es cuánto me han cambiado a mí.
Sabes que soy problemático. Lo que no sabes son sus consecuencias extremas.
Sabes que he cambiado. Lo que no sabes es cómo sigo siendo el mismo, más que nunca.

II. Lo que (no) sabes (II)

Sabes que estoy esperándote, pero no sabes cómo.
Sabes que pienso en ti, pero no sabes qué música escucho cuando lo hago.
Sabes que te extraño, pero no sabes qué significa eso ahora.
Sabes que te quiero, pero no sabes.

III. Las ciudades (I)

A pesar de estar un tanto des(h)echo, estoy contento. Pas(e)ar por la ciudad en la noche, por esas avenidas silenciosas que me cuentan mis historias a gritos, me reconforta. Ver cómo se tejen los hilos de las vidas que hacen a las ciudades ciudades, y ciudad. Escuchar con atención lo que no dice nada, más que que existe.

IV. Amores (I)

No sé bien qué pensar del amor. Mi confusión sobre dónde acaba la amistad y dónde comienza lo otro llegó a un extremo y desapareció. La separación, para mí, es artificial. Y juego con esa artificialidad todos los días: todos los días dibujo las fronteras que separan a todxs de mis amores y lxs envuelven como mis amistades.

En la alcoba del romántico

En la alcoba del romántico hay una pintura partida en dos cuadros, esperando a que él venga a juntarlos. El nombre de él, el nombre de ella, se unen por detrás de la imagen.

Al lado de una pared hay otra pintura, el torso de un otro él asomándose en blanco y negro. Es obra de él y de ella. Y de él.

En el espejo del romántico hay un mensaje y dos fotografías. "Te quiero", dice todo.

Adentro de los cajones hay cinco años enterrados. Encima de la cama están las hojas de papel con la memoria escrita, con las memorias escritas.

En las sábanas del romántico está el aroma de cinco meses por más que falten. Por más que todo falte, los pasados se filtran por la ventana como la luz.

Pero yo no puedo, y no quiero, caminar al pasado.

En la puerta del romántico cuelga un mensaje manchado con sangre. En la vida del romántico cuelga un mensaje manchado con sangre.

En el romance del romántico, no importa ya, nada más cuelga él mismo.

jueves, 31 de octubre de 2013

Colección de amores

La sonrisa de todos quienes voltearon a verla
La flor del cerezo que en su seno crece
La sartén que tomo por el mango, o que a mí me toma
La mujer que así, conmigo, es anciana y niña siempre

El rubor aquí y allá cuando lo tomo de la mano
El cariño de sus labios frente a mi suspiro
El mundo que se deshace cuando caminamos juntos
El hombre que para mí borra los horizontes

La ternura de una ardilla y un conejo
El calor de un oso cuando abraza a otro
La norma que al acariciarla me quema las manos
El roce con que cruzo las puertas de un armario

La partida de su voz
El encanto a su ausencia previo
Me enamoro de los dos
Pero dicen que no los entiendo

Y entonces me quedo sólo
con mi colección de amores,
de amores ya terminados,
de amores que nunca empezaron.

sábado, 12 de octubre de 2013

El confidente

Soy un árbol. Uno de aquellos en pequeños cerros a los que acude la gente para contar un secreto. A mis agujeros les han dicho uno por cada estrella, y me han cubierto con el barro del silencio para que no los fuera a soplar al viento. Lo que no saben es que yo los recuerdo seguido, que me los cuento para soportarlos, y para hacer frente a tanto dolor.

En mis ramas crecen las historias y mis flores tratan de narrarlas, pero nadie las escucha: sólo yo puedo permitirme tocar cada tema, cada hoja en la que alguien ha escrito, inmortalizando para tratar de olvidar. Mis raíces se alimentan de los sueños, los deseos, los temores: los recuerdos y los momentos habituales, la cicatriz que después llega para distinguirlos.

Entre tantas marcas, una me salta a la vista. Qué digo: a los sentidos, a todos. Es la pequeña sutura en mi piel rugosa que revela las vidas de un hombre y de una mujer que se cruzaron en un punto para no volver a encontrarse. Se separaron y pasó el tiempo; después trataron de tomar cada uno un tren con el mismo destino. En su paso por las vías y las estaciones no volvieron a verse, por más que se tuvieron en frente. Tren tras tren, vagón tras vagón: es lo que pasa con el amor a destiempo, con los corazones detenidos que como relojes rotos no podrán sincronizarse más.

Soy un árbol sorprendido por aquella visita. El hombre y la mujer han venido ambos a regalarme su historia, a deshacerse de ella. En un instante, han estado cara a cara a mi lado y no se han visto; parece que se han olvidado por más que se piensen, y la lluvia que nos moja no detiene al barro que lo oculta todo.

Soy un árbol castigado por ellos, obligado a vigilar los recuerdos que se ciñen sobre mí, que me invaden por ahora y hasta que un rayo de luz se filtre por un agujero en mi corteza, una ventana en la memoria que les cuente su propia historia, para que no vuelvan a olvidar. Hasta que los tiempos sean un tiempo, mi tiempo, su tiempo, como un solo reloj latiendo. Hasta que las gotas de arriba arrastren al suelo el barro, y los sólidos sean vueltos líquidos. Hasta que yo caiga y deje a todos salir, aunque nadie, nadie, pueda pelear contra el tiempo y ganar la batalla.

Soy un árbol. Uno de aquellos en pequeños cerros a los que acude la gente para contar un secreto. Y tú, tú serás mi confidente: el confidente de todos.

lunes, 7 de octubre de 2013

Declaración de las voces #1

Las voces nos hemos reunido para conversar de nuevo. Decidimos que hemos sido muy ingenuos. Lo anterior es tajante, si bien:
  1. Es momento de conocernos a nosotros mismos.
  2. Podemos llegar lejos usándonos sólo a nosotros mismos y a lo que sabemos de nosotros como herramientas para conocernos.
  3. No podemos forzarnos a escoger algo, porque no hay que tomar una decisión. Creer que sí es introducir otra circunstancia artificial que sólo complicaría las cosas.
  4. Hemos avanzado y dado pasos grandes en el proceso (interminable) de conocernos.
Sin embargo:
  1. Estamos en una situación complicada, totalmente distinta de cualquier circunstancia que hayamos conocido en la vida. Esto hace más difícil la búsqueda de nosotros entre nosotros y por nosotros.
  2. Las voces hablan, pero el cuerpo también, la mente también. Muchos más sujetos aparecen aquí y no sabemos cómo interpretar todas las señales que nos encontramos.
  3. Buscar conocernos más implica que algo desconocemos, y en ese algo puede estar la propia forma de conocernos (más adecuadamente).
En suma, nos hemos decidido a conocernos y es un gran paso, pero carecemos de las herramientas necesarias para hacerlo de la mejor manera: no nos conocemos lo suficiente para conocernos tanto como podríamos. Es por eso que decidimos ser acompañados.

Con esto buscamos entender qué más nos pueden decir los afectos, los deseos, las sensaciones que revolotean y pasan por nosotros. Frente a la posibilidad de lo cómodo y bello (y también bello por cómodo), se nos abre también un camino con pretensiones trascendentales. ¿Son excluyentes entre sí? ¿Por qué habrían de serlo? ¿Qué es y qué no es un espejismo aquí? Hay muchas preguntas para nosotros, muchas preguntas que para ustedes no tendrán sentido, no tendrán nuestro sentido. Por ahora, no nos pregunten: ya nos estamos preguntando nosotros mismos.

Por lo pronto, la barra de xocolate ya casi se termina. Habremos de encontrar más si queremos que nuestro corazón sobreviva esta temporada.

domingo, 6 de octubre de 2013

Quisiera decir mucho

Quisiera decir mucho, quisiera decirte mucho.

Lo primero que quiero decirte es que te extraño mucho, que extraño tu compañía, que extraño compartir los espacios. Que extraño ir a tu casa y que la señorita linda del servicio de seguridad no me pregunte adónde voy, aunque según yo para estas alturas ya cambió la gente que trabaja ahí. Extraño ir y poder comer quesadillas (extraño a Dios), sentarme al lado de tus xadres y charlar con ellxs por horas. Me dolió mucho no poder acompañarte cuando tus amigos fueron a cenar.

Estoy haciendo un viaje. Un viaje que para hacerse me ha obligado a tirar cosas por la borda, y creo que no pocas. Estoy haciendo un viaje en que enfrento mi miedo al vacío, y me veo cara a cara con la soledad. La soledad, quien ha resultado ser mi compañía.

No lo tomemos (a) mal, la soledad puede ser una gran compañera. La soledad me invita a amar tanto como yo necesite. He tocado la puerta de su casa y me ha abierto; me ha invitado a pasar.

Soledad, aquí estan mis credenciales.
Vengo llamando a tu puerta, desde hace un tiempo.
Creo que pasaremos juntxs temporales;
propongo que tú y yo nos vayamos conociendo.

Quisiera decirte mucho, pero tendrá que ser sin palabras. Si con miradas no entiendes, no podré ofrecerte más. La ambigüedad es destino, destino nuestro y de partituras entintadas: de palabras otras y de palabras a secas. Si lo quieres, tendrás que buscarme en lo que no diré.

Aquí estoy; te traigo mis cicatrices:
palabras sobre papel pentagramado;
no te fijes mucho en lo que dicen;
me encontrarás en cada cosa que he callado.

Quisiera decirte mucho, porque duele; duele mucho todo. Hoy es 6 de octubre; cumpliríamos seis meses. ¡Mentira! Seguro serían años, años. Pero quien va de mi brazo, de la mano conmigo, es quien callada me recuerda mi condición (de sujeto en ella, de sujeto en soledad).

Ya pasó, ya he dejado que se empañe
la ilusión... de que vivir es indoloro.
Qué raro que seas tú quien me acompañe, soledad,
a mí que nunca supe bien cómo estar solo...

Pero tengo que aprender y hay muchas lecciones aquí. ¡Pienso tantas cosas! Juego a no preguntarme, para obtener una respuesta, pero en ese mismo juego creo que preguntarme (incluso por la respuesta) puede ser una herramienta útil, siempre y cuando sepa que las fotografías que tomo para contestar se vuelven negativos de pasados, instantáneas de pedazos muy pequeños de mi entendimiento.

Soledad, aquí están mis credenciales.
Vengo llamando a tu puerta desde hace un tiempo.
Creo que pasaremos juntxs temporales;
propongo que tú y yo nos vayamos conociendo.

No es fácil. Claro que no. He escuchado una y otra vez que esto es parte de crecer. Lamento las formulaciones, pero la idea de fondo tiene mucho de cierto; es así como dejo que se empañe la ilusión de que vivir es indoloro. Lo asumo y trato no de ser fuerte pero sí consistente, y así continúo con mi viaje.

Ya pasó, ya he dejado que se empañe
la ilusión... de que vivir es indoloro.
Qué raro que seas tú quien me acompañe, soledad,
a mí que nunca supe bien cómo estar solo...

He pensado una y otra vez (desde los momentos teenage-angst que creyeron ser post-teenage-angst) que no es lo mismo estar solterx que estar solx. He creído que hay que aprender a estar solterxs, a disfrutar nuestra condición de no acompañadxs (que en realidad es una condición de "acompañadxs de otra forma"). Justo ahora creo que lo que me toca es aprender a estar solo, no soltero. Y a estar acompañado, sí, de otra forma.

Qué raro que seas tú quien me acompañe, soledad,
a mí que nunca supe bien cómo estar solo...

Y entre tanto, quisiera decir mucho, pero no sé cuánto sea prudente decir. Quisiera decirte mucho, pero creo que por ahora me quedaré queriendo (y que por ahora me quedaré queriendo).

viernes, 4 de octubre de 2013

Quisiera decir muchas cosas

Quisiera decir muchas cosas. Quisiera decirte muchas cosas.

La primera es que volvió a cambiar la empresa del servicio de seguridad del coto. Tenía una tasa de rotación de personal muy alta, así que las personas con las que me iba encariñando desaparecían de mi vida de un día para otro. (¿Habría de ser eso un preludio a que otras cosas que yo amo se fueran?) Por lo pronto, puedo decir que me da gusto haber hecho sonreír a varias de esas personas. Me da gusto haber hecho que me conocieran y reconocieran, que me vieran salir tarde para ir a clases y nos saludáramos con gestos lindos, con repetidas pero siempre nuevas sonrisas.

Extraño en especial la sonrisa amable, maternal incluso, de aquella mujer que nos dejaba pasar a deshoras, que jugaba a la complicidad inocente con nosotrxs. Morena, bonita. Luego de que ella se fue, llegó otra, una pequeña gordita que me sonreía ampliamente. Tiendo a creer que sus ojos eran verdes o azules, pero de un tono más bien oscuro, quisiera decir que sincero. Nos veíamos de día cuando yo salía apurado, y de noche cuando llegaba ya muy entrada la oscuridad. Parecía que trabajaba todo el tiempo sin parar.

También voy a extrañar al sujeto conflictivo. A ése que casi nos corre; qué cosas. A ése que nos había tomado cariño también a nosotrxs. A ése que no sabía que no nos volvería a ver caminar juntxs por aquí en meses, si es que volviéramos a hacerlo. A ése que yo no sabía que en semanas no volvería a ver.

Quisiera decir muchas cosas, porque muchas cosas han cambiado. Y porque muchas no van a cambiar.

Dice Alina que yo siempre lxs voy a extrañar. El aprendizaje estará en situarlos correctamente en mi biografía, que es trabajo bastante intenso. Y es importante: mi biografía no para de ser escrita.

Pareciera que estos días estoy llevando una materia intensiva sobre mí mismo. Lo más raro es que ni siquiera puedo faltar a clase, o ignorar al profesor mientras hago otra cosa... No puedo escapar de mí mismo: ya no.

Una trivialidad que quisiera contar es que siento como si hubiera una lista de personas regadas por ahí a las que les interesaría estar conmigo (personas que no me conocen mucho, personas que no he abrazado), pero que no moverían un dedo en esa dirección. Qué interesante es pensar que proyecto algo que las mantiene lejos en esa dimensión, si es que existen. Es como si tuviera un letrero de "hey, estoy ocupado", aunque charlando he llegado a la conclusión de que eso quizá favorecería que alguien se animara a intentar, irónicamente.

Una parte de mí quiere que pierda el control, me emborrache y me meta con quien pase en frente. Yo no soy así. Jairo me hizo una pregunta interesante: si yo planeara perder el control, y lo "perdiera", ¿realmente habría "perdido el control"? Sea como sea, no lo haré. No me emborracharé. No me meteré con quien pase en frente. Y si me emborrachara, no pasaría lo último. Bueno, a menos de que quisiera que alguien se callara. Ya sabemos que ebrio soy capaz de besar para cerrar bocas. #QuéTerrible

Supe por Roberto que no dormir por estar trabajando es una causa de cáncer. La fuente es 9-GAG, pero igual me golpeó el dato: renuncié a trabajar por lo menos por un mes. Estoy impactado y tratando de reconfigurar mis hábitos para tener una vida más saludable. ¿Te fijas cómo siempre estoy en pugna por tener una vida más saludable de alguna manera?

Quisiera decir muchas cosas, pero no sé cuánto sea prudente decir. Quisiera decir muchas cosas, pero por ahora me quedaré queriendo.

jueves, 3 de octubre de 2013

Exploración del cuerpo #2

Se diría de los cuerpos que nos atan. Que son lo primero que nos mantiene anclados al pasado, pero también a vivir el momento.

Se diría de los cuerpos que no son más que repositorios. ¿De qué? De sensaciones, de sentimientos, de vómito acumulado. De almas. ¿Cuáles almas?

Se diría de los cuerpos que los somos y que los tenemos. Se diría que no estaban antes, ni estarán después, que nosotros.

Se diría de los cuerpos mucho, pero no sé qué decir sobre el mío.

Sé que lo quiero. Sé que justo ahora pocos más me acompañan en un viaje que puede sentirse frío. Sé que él siempre está.

Sé que es hora de pensar en él. Que es hora de dormir.

Exploración del cuerpo #1


Pocas constantes hay como el cambio...


La seriedad. El peso.
Los ojos que ven.
Los ojos que quieren ser vistos.
La intensidad. Arquear las cejas encima de sí.
Claroscuro.
¿Qué quieres decirme con tu silencio?


La compañía. Lo duradero.
Lo eterno. Lo perecedero.
Tu rostro en mi piel.
Los miles. El dolor.
La memoria, nunca olvidemos.
Aquello que nos hace distintos.
El gran salto que damos.
Cómo cambia el deseo... Si nada le pides.


La mirada que se escapa.
Los ojos que ya no te ven.
Los ojos que ya no ves (verte).
El rostro cada vez más y más añejo.
Las arrugas que se van marcando.
Las marcas que no se van.
El lado derecho. El lado izquierdo.
Dios-diablo. Abraxas.
El vello, apenas.
Las penas.
El cabello sucio, descuidado.
La casa. ¿Dónde?
La liga que se rompe porque nunca estuvo.
Las palabras, casi al azar, pero no. Nunca.


-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Soy un ojo. Te muestro el mundo como sólo yo puedo verlo. Caigo y me levanto con los (otros) cuerpos que se caen y se levantan. Me libero de toda tiranía, menos la mía. Descifro un mundo desconocido.

martes, 1 de octubre de 2013

De besos rotos y pedazos de xocolate

Mi cuerpo se levantó de la cama, pero yo no. Quizá por eso no podía ver bien al principio y casi todo aparecía borroso. Fuera como fuera, pasé todo el día en un extraño letargo.

Cuando regresé a casa, bajé las escaleras cargando algo que no podía ver por completo, algo que provocó un accidente. Por la torpeza del sopor me llevé al suelo los besos. Sí, los besos que estaban en la pared. De los tres sólo quedó uno: el más pequeño; los otros labios se hicieron pedazos, en un gesto de rechazo de las materias a las energías, de la atracción al ósculo.

Con ellos, una parte de mí también se rompió. Y llevaba rato ya sintiendo cerca las lágrimas. Llevo rato ya, pero no llegan ni se van. Me siento como en un limbo gris de las emociones.

De pronto, recuerdo la joya que está en mi mochila. Trato de sacarla de su envoltura con sumo cuidado: adentro hay un tesoro, un manjar de los dioses para el disfrute de los hombres. Yo soy un hombre; la inferencia se hace sola y en mi boca se hace y deshace el gusto dulce del xocolate. Del xocolate que viene bien en los mejores y los peores momentos en los laberintos de unx mismx. No puedo más que sonreír, y sonrío, sonrío, sonrío.

¿A veces hay historias sin historias? Trato de armar el rompecabezas, pero no toco las piezas. En algún lugar están guardados los trozos de aquellos besos, esperando que los reúna, o que algo los separe definitivamente. Ahora el xocolate se deshace en mi boca, en mis labios. Lo muerdo y lo saboreo para aferrarme al abrazo que viene con él.

Lo que me falta es grande, lo que tengo es vasto. Supongo que a veces hay días en que la tristeza es crónica, en que el cielo parece reclamarte a gritos algo que no entiendes porque ruge mucho. Pero aun esas veces alcanzo escuchar una voz empujando para seguir. Y no siempre, no, no siempre, esa voz es mía.

Creo que lo mejor que podré hacer será dormir por largo rato.

lunes, 30 de septiembre de 2013

De mis viajes alegres

Entonces subo a la bici de nuevo y todo se desaparece. Todo menos las calles, menos las mariposas en el aire y el viento en la cara. Esta vez hay más peso, y también me siento más ligero. A veces el esfuerzo tiene consecuencias contrarias.

Después de más de una hora regreso del parque, pero vuelvo a salir en minutos. Ahora voy en la calle. Las avenidas me obligan a ir a velocidad y parto el espacio mientras la voy respirando. Llego a mi destino, consigo el objeto mágico y maldito que me ayudará tanto, y como héroe, regreso en mi caballo de la posmodernidad chaira, otra vez por las avenidas.

Voy cantando. Canto sin que me importe hacerlo bien o mal. Canto, y canto fuerte.
Oh, she takes care of herself; she can wait if she wants; she's ahead of her time. Oh! And she never gives out, and she never gives in; she just changes her mind.
Ya no es que rompa el viento, es que soy el viento, que nos movemos juntos y silbamos al unísono.

Hasta que tengo que subir y no llevo suficiente impulso. Entonces hago un cambio de velocidad muy torpe y la cadena se va de vacaciones. Me hago a un lado y trato de resolver el problema. Mi poca destreza es suficiente para que un hombre de un carrito de fruta se levante con una bolsa en la mano, haga un truquito de magia y con lo que yo estoy haciendo la cadena quede en su lugar. Asombrado, le agradezco y me voy sonriendo.

A veces veo pedacitos de esperanza tirados en las calles, entre tanta negrura. Seguí cantando como tonto hasta llegar a casa; cargo cristales en los bolsillos.

Las abuelas

Agnés Varda, la abuelita del cine de la nouvelle vague, tomó la videocámara y grabó sus manos. Sí, sus manos: con sus arrugas, con sus manchas, le avisaban que el final estaba cerca. Mi bisabuela falleció. El diagnóstico hace años implicaba que si no dejaba de fumar moriría más pronto; el diagnóstico (el otro diagnóstico, siempre el otro diagnóstico) implicaba que si dejaba de fumar moriría más pronto. "¡Qué va! ¡Pues a fumar se ha dicho, que lo hago desde los trece! ¡Igual me voy a morir más pronto!" Siempre conté la anécdota pensando que jamás se iría, a la vez que siempre la conté sin haber estado con ella, quien vivía en otras ciudades.

Cuando me dijeron era sábado en la madrugada. Yo estaba en un trance de sueños perdidos y mi hermana entró a mi cuarto para decírmelo. "La abuela Ema ya..." No tuvo que decirme más. Quise subir las escaleras y abrazar a mi abuela. Su mamá siempre la trató mal, pero la quería. Y ella la quería. No pude subir. Pasaron horas de sueños devueltos a mí, sueños que no recuerdo. Y llegó la luz del sol, junto con las llamadas telefónicas que me despertaron.

Cuando abracé a mi abuela, vestida en blanco y negro, me dijo que "así es la vida; esas cosas pasan". Y sí, esas cosas pasan. Y sí: así es la vida, y así es la muerte, que no pueden separarse aunque creamos que ganamos tiempo. La abuela se fue y tomó un avión para cerrar un ciclo, el ciclo más largo de su vida hasta ahora, quizá sólo más pequeño que su vida misma. Me despedí y esperé en la puerta hasta no poder verla.

Me acuerdo... Me acuerdo de los juegos de palabras en mi cabeza cuando era niño, cuando era niño y la gente comía semas con la abuela Ema. Me acuerdo de su abrazo y de cómo siempre me trató bien aunque la escuchara enojada con el resto del universo. Me acuerdo de cómo fumaba y de cómo tosía y no dejaba de toser. Pienso ahora en que mi tos quizá tiene una reminiscencia suya y me da gusto saber que la llevaré para siempre.

Como he dicho, la abuela Ema siempre vivió en otra ciudad. Planeaba visitarla en cuanto pudiera, en las primeras vacaciones, en el primer puente en que me escapara. Pero no alcancé. Y una parte de mí ya sabía, aunque no lo entendía, que lo más seguro era que no la alcanzara.

Dije el otro día que la abuela Ema se nos adelantó. Alguien me hizo un recordatorio de lo verdaderamente vieja que era ella. Yo perdí la cuenta de su edad hace mucho tiempo. Quizá no se nos adelantó, sino que llevaba un pago retrasado con la vida en años. Y se lo cobraron. Y se fue. ¿Adónde? No lo sé.

Tiendo a creer que siempre nos quedamos. Quiero creer que nuestra forma de existir cambia, que nuestra consciencia es otra, aunque quizá inconsciente de sí.

Quiero decirte adiós, Ema. Quiero decirte adiós para que me abraces, y entonces te salude de nuevo.

Quiero decirle hola a tu nariz de codorniz, quiero mirar tus lentes gruesos y sentir otra vez que hay todo un mundo por descubrir. Porque lo hay. ¡Va por ti!

Por ahora, mi abuela sigue caminando, con la frente en alto. Y con una sonrisa que lleva detrás muchos años de dolor, con un hábito de mal humor, pero así: con una sonrisa.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Personales

*Escuche lo siguiente mientras lee lentamente.

Soy el viento que te derruye, soy la música que escuchas sin buscarla.
Soy la sonrisa burlona, soy el recuerdo de la cama mojada.

Él es la brújula en el bosque cuando estás perdido, una sonaja en el cunero otrora vacío.
Es el cómplice del robo, quien recibe el golpe por respirar el mismo aire.

Ella es la tristeza en el papel cuando la pluma se desliza en él.
Ella es la nube que pasa interrumpiendo el día que estaba soleado.

Soy la nota pronunciada mal, la voz y la palabra que se rompen cuando desentonas.
Soy el agua que corre, verde. Soy un pájaro que ya no canta pero piensa que sí.

Ella es el mar cuando mojas tus pies ahí, ella es la lluvia que toca tus labios antes de un beso.
Ella es el beso también, y las líneas que se escriben sobre aquel momento.

Él es un carrusel girando, él es el vómito posible detrás de cada giro.
Él es la piel que se desgarra cuando escuchas una mala noticia, él es el destinatario de todas las cartas tristes.

Yo soy sólo un instante perdido y todos los que no sucedieron.
Yo soy todo lo que no he sido y soy todo lo que no seré.
Yo soy la regla, pero también la excepción.
Yo soy lo viejo y lo nuevo, lo blanco y lo negro.

Yo soy cada palabra que me dices, y tú eres las que yo no escucharé.
Yo soy los muertos que no olvidas, tú eres la vida que no tendré.

Abrazar el presente

*Haga una pausa. Escuche lo siguiente durante la lectura.

Tirado en la cama se rompe el suelo en pedazos. Caminas un paso, pero no hay adónde ir. Te despiertas y aunque es hora de abrazar el presente, lo rechazas, sólo para que él termine abrazándote y tú cedas; para que te seduzca y tú termines queriéndole también.

A veces se esperan eternidades. Él esperó una, yo esperaré otra. No es hora de pensar en las agujas del reloj moviéndose, que siempre lo vuelven todo más lento, como un conjuro de la ironía que las miradas desatan.

Y en ese paso dado, ya dicho una y otra vez, se acompaña una caída. Una caída que no encuentra un pedazo del suelo para detenerse, para morirse. Sin embargo, ahí está la ventana, la ventana grande, y por ahí entra la luz. Un rayito de esperanza, de esos rayitos de esperanza para que ahora vivamos el presente; rayitos de esperanza para que el futuro sea noble, y bonito.

Rayitos de esperanza para abrazar el presente, y que el presente te abrace, con todo y tus amores guardados.

martes, 6 de agosto de 2013

De vías, transportes y alumbrados públicos

Siniestro. En la avenida por donde corre el tren ligero me encontré otra vez con aquellos que duermen sobre cartón y sin techo más que la sombra de un edificio. Sombra que, como todo, de noche se les esconde a ellos, pues ese tramo ni siquiera está iluminado por las farolas callejeras que en otros lugares bailan, encendiéndose y apagándose.

Decenas de rostros después, estoy solo esperando el autobús. Qué ingenuidad: estoy afuera de una gasolinera y llego justo cuando mi camión va pasando. Así, otros cuatro que sí alcanzan a mirarme se van como si nada. Camino una cuadra más, a un lugar tan poco concurrido que jamás pensaría que un alma se pararía ahí. Pero se para.

Ya en el autobús, me siento hasta atrás. Hay luz suficiente para leer sin que sea siquiera poco molesto; lo hago. A dos asientos a la derecha hay un chico con un arreglo de globos rojos y rosas. Al cabo de un rato, un sujeto me pide permiso para sentarse a mi izquierda. Al tratar de hacerlo, su trasero me golpea la rodilla accidentalmente. Se disculpa. "No pasa nada." Dice algo, pero no alcanzo a escucharlo porque estoy usando audífonos. Huele raro. ¿Algún perfume feo?

No, no. Huele como a una bebida. ¿Cuál bebida? ¿O sólo a algo en una bebida? No consigo descifrarlo y sigo leyendo.

Minutos más tarde, dos chicas están por bajar del autobús. Escucho que alguien chifla. ¿Alguien chifla? La música del momento me hace dudar del recuerdo. El chico a mi izquierda profiere en voz alta piropos baratos a la mami que está más cerca de la puerta. Me molesto, me indigno; no soy el único: su amiga se da cuenta de lo que está pasando y voltea la cara, enfadada. Ella, en cambio, ni siquiera va a dignarse a voltear, pero para él pareciera que no importa que no le dé la cara: ya le ha dado las nalgas para verlas.

Ante la mami sin rostro, siento una molestia tremenda, no tanto ya por el sujeto a mi lado sino por la impotencia que cargo y me carga. La impotencia no es potencia perdida, sino convertida en fuerza aplicada en dirección contraria a la voluntaria. ¿Y las consignas feministas? ¿Y los ideales? ¿Y los reclamos? Todo eso se queda en mi boca cerrada por ahora: ¡huele a alcohol!

El sujeto trae una botella. Lo sé desde hace rato, y me animo a voltear por si es de vidrio. Es de plástico. Estoy a poco de decirle algo, de reclamarle, pero temo que se ponga más violento. Tengo miedo, tanto que quizá aun sin el alcohol habría tenido suficiente pavor como para quedarme callado, y el silencio oprime. Oprime tanto que las mamis se bajan y no digo nada. Él acerca su cabeza a mí, a la puerta, le grita: que te vaya bien. ¿Así como? ¡Carajo!

Desde los piropos que me quité un audífono y dejé de leer. Parece que el sujeto de al lado se ha dado cuenta. Parece que se ríe de mí y me insulta, pero se queda en eso: sólo se ríe, como sabiendo que el daño ya está hecho y que no puedo hacer nada. Y no tengo el coraje para decirle lo que ni siquiera sabe que acaba de hacer.

Me marcho, bajando yo también del autobús. A mí nadie me grita, ni me chifla. En la memoria, que a veces se contradice, tengo al autobús oscuro, iluminado sólo por la luz de la calle, la luz que no tienen los indigentes de Federalismo, la luz que ilumina a las mamis cuando vuelven a violentarlas. Y esa luz, al ser tan tenue, quizá haga más fácil que no sea la última vez de la noche.

Periodo de transición

-Estoy en un periodo de transición.
Sentado en una mesa afuera de la cafetería introduzco lo que siento sin ser específico. A Pablo Montaño no lo veo desde hace mucho, pero nunca fuimos amigos cercanos.

"¿Transición de qué?" Me pregunta. De relaciones -de gente que llega y gente que se va, y que regresa-, ¿de qué otra cosa? De tiempos, de espacios: de tiempos que siempre cambian pero de espacios que ahora son lugares distintos. Sitios por los que paso y los siento míos, pero en el recuerdo. Es anacrónico sentarme en la plaza de los oprimidos, y hay alguien ocupando el espacio entre la biblioteca y el edificio de rectoría. Tres años de ocupar metros y metros cuadrados los marcan, pero, justo ahora en un periodo intermedio entre lo que ya terminó y lo que está por empezar, ahora siento como si no fueran míos.

Saludé a Karenina también. Le hablé del paseo del sábado, le dije que la vi en las fotos. Se extrañó. En las fotos... de hace años. Ah, sí, claro. Ya nos entendimos: para ella justo ahora es conflictivo ese lugar al que ya no ha vuelto, pero me dice que puede que pronto se anime a ir a uno de esos paseos. Todxs tenemos pasados.

Dejé en la mesa dentro de la cafetería a Silas y a quien parece ser un académico invitado que él está guiando por la escuelita. A ellos dos les conté sobre mi emoción, sobre estar al borde del llanto, sobre la disidencia y la imaginación apenas, sobre el recuerdo que comienza a añejar (literalmente, después de poco más de un año). Es una sensación de nostalgia y anhelo. Vuelvo a preguntarme: ¿no la nostalgia tiene siempre algo de anhelo? Por ahora lo que pido es no rendirnos. No vamos a volver, pero no se trata de eso: no es caminar hacia atrás, sino hacia adelante -cuidado-, pero hacerlo juntxs. Solidaridad es lo que veo en el recuerdo que construyo, lo que aparece para mí en las caras indignadas de cientos, miles de personajes convertidxs en personas.

Sentado a la mesa con Pablo, me doy cuenta de que Silas sale de la cafetería con mis cosas, mi mochila al hombro. ¿Que si traigo piedras? No, no. ¡Qué pena! Me disculpo brevemente, quedamos de hablar luego sobre un proyecto suyo y nos despedimos. Me quedo con Montaño y seguimos hablando.

Ahora voy caminando por los pasillos y los jardines de un espacio que por el momento parece no admitirme: él no es un espacio de transición, pero mi tiempo sí. Mi tiempo sí y veo mariposas todos los días; revolotean junto a mi caminar, rodeándome y volando hacia un afuera. Son tiempos de cambio. Se revela ante mi la incompatibilidad entre mi espacio y mi tiempo y pienso, oh, todo el tiempo, pienso en una cita de Gramsci:
El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en nacer, y en ese claroscuro aparecen los monstruos.

Bocanada de humo

Escena 1
Voy en bicicleta. Suena un ruido metálico muy extraño, un golpeteo. Todxs me miran. Siento que hay conocidxs adelante de mí, también en bici. Me avergüenzo del ruido y disminuyo la velocidad: ya no se escucha. Un camión va detrás de mí. Doy las últimas vueltas a las ruedas y llegó a la plaza Libertad, me bajo de la bici y me dispongo a resolver el sonoro problema.

Saco la multiherramienta que jamás en la vida había usado: tiene un desarmador plano y uno de cruz. Uso el plano y remuevo un tornillo y sus rondanas. Quito un pedazo de fierro que mal sostenía la salpicadera de la llanta trasera. A mi izquiera hay dos chicos. Uno le dice al otro que puede entenderlo de noche o en la mañana, pero no a esta hora ni con tanto calor: viajar en bicicleta, los amantes de ella, los profesionales. Y yo que sólo tengo cabida, y apenas, en las primeras dos.

Escena 2
Después del paseo en bici, de lxs niñxs en él, de la mujer trans presentándose como tal, del festejo, de las fotos, de lxs viejxs amigxs encontrándose aunque sea en imagen proyectada, voy solo en la bici. Luego del apuro las gotas de agua se quedan atrás y ya no hay riesgo de mojarme. Tomo una gran avenida y en la glorieta de los caballos voy detrás de un autobús. De su escape sale una nube negra: el smog en mi cara no me permite respirar... ni ver. Me hago para un lado: suelto la bocanada de humo, ahora es mi escape y no el suyo.

Escena 3
Estoy sentado, escribiendo. Eran cuatro escenas y me comí dos. Las reemplazo por esto: qué molestia es el olvido... A veces.

¡Ahora recuerdo!

Escena 4
-No se puede, ¡no se puede!
Sigo en la avenida, kilómetros después. En un auto, uno de los dos sujetos de apariencia fresa que lo ocupan parece gritarme que no se puede. Estoy sudando: he ido a buena velocidad y el día ha sido cansado. Me volteo y pongo atención en los flujos viales. Él sigue gritando, gritándome que no se puede. Yo sé que sí, y no tengo que decirlo con palabras: las ruedas girando bastan cuando el semáforo vuelve a mostrar su verde refulgente.

Y entonces, cuando rebaso al auto del chico molesto, me doy cuenta de que sigo atrás del autobús. Y de su boca vuelve a mí la negrura. Y a mis ojos.