viernes, 14 de marzo de 2014

Relatos pendientes I

Hace tiempo que no te escribía, porque el tiempo es celoso, cerrado, excluyente. Eso ya lo sabemos, porque causa y ha causado estragos. Lo único que nos queda es aprender a domarlo en vez de que nos dome él.

1. Relatos-extrañxs

Suele suceder que al cabo de la noche me quede solo entre mucha gente y no pronuncie palabra. Pero la palabra me pronuncia y me invita a una charla con silencios, donde debo callar para aprender a escuchar. La palabra es el aire respirado por lxs relatos-extrañxs, por esos seres desconocidxs que aparecen para ser narradxs por sí mismxs, para decir lo que ven en el espejo con total sinceridad porque también yo soy relato-extrañx para ellxs.

Alba está despechada. Sin compromisos me dice que el problema es amoroso. Es 14 de febrero y la luna está en el cielo más grande que nunca. Su amigo y su amigo se dan un beso y ella les reclama. ¿Por qué? Porque siente envidia. Si el sujeto que pensabas que sería pura miel resultó ser un cabrón, ¿por qué no lo intentas ahora con chicas? Alba tiene miedo. Tiene miedo de lo que la gente pueda decir o hacer.

Estoy a punto de exhalar mi desinteresado discurso: que te valga. Pero no. Alba tiene la palabra. Alba tiene una hija. Ni siquiera es de aquí. Según entiendo, trabaja en una panadería en algún pueblo en el universo. La situación tiene más peso que el que puedo comprender. Sigo escuchando hasta que las palabras parecen acabarse. Las palabras.

Al día siguiente charlo sobre estxs relatos-extrañxs, sobre cómo me gusta tenerlos. A la vez, la gente tiene carta abierta para ser totalmente sincera o para inventarse toda una historia. Lxs relatos-extrañxs deciden.

Esta tarde llevo puesta una playera de un brujo fuera del clóset, anunciando que está out and proud. En el parque llega una chica y me pregunta qué significa esto. Le explico y me pregunta si soy gay. No, no soy gay. Bueno, a veces, supongo.

La luna, gigante. Horas después me encuentro con la misma chica en el techo de una casa. Platicamos largo rato: es una relato-extraña.

Viene a la ciudad también por amor. Viene también de paso. No hay panadería: es fotógrafa. No hay hija, tampoco. ¿O sí? La memoria engaña, (a) la memoria (se) engaña. Me entrega su caso buscando un veredicto que yo no le puedo dar, pero trato de darle cuantas pistas puedo. Me sorprende enterarme de que la mujer cuyas palabras me enredan en un tiempo que no quiero dejar era una bruja. Era una bruja y ahora es una cristiana. Le reza a su dios para que le quite su don. Pero luego se cuestiona: su dios se lo habrá dado por algo en primer lugar.

Por más que no quiera dejar ese tiempo que me tiene enredado con la bruja cristiana, no puedo no dejarlo. Tengo que dejarlo. Otra-ella me espera y ese tiempo se agota. En las gotas fluyo: me voy.

2. Mi boda

Después de casarme cinco veces, el ministro me propuso matrimonio. Sólo nosotros dos, solos nosotros dos. ¿Cómo decirle que no a esa sonrisa apenas esbozada, nada exagerada?

Detrás de nosotros la gente sostenía velas, acomodada cada persona de tal forma que aparecía la silueta de un corazón de fuegos, pequeños fuegos. El atardecer era atravesado por una estela blanca. La música instrumental llenaba la plaza al tiempo en que la ejecutaban decenas de personas a unos metros.

¿Beso? Volteé a ver a Rodolfo como interrogándolo. Muy nervioso, él pensaba que yo no podría besarlo: consecuencia de responderle a su amiga que no, que no soy gay. Al tenerlo tan cerca lo respiraba. En cada abrazo me di cuenta de cuánto me gusta su aroma.

Sin cajas encima, en cuanto terminó el evento lo miré a los ojos. Y no, no me resistí. Y lo tomé, y le di un beso, y otro, y otro, y otro. Porque la mejor forma de protestar a esas alturas era con esos besos. Porque queríamos besarnos.

Todavía me acuerdo del sabor a cigarro de horas antes en sus labios.

3. ¿Y qué pasó con Anna?

Como si fuera brujería, tu alegría me llenó completamente
(...)
De repente, caminaste los caminos de mi mente
Le quitaste las arrugas a mi frente
Y sembraste tu sonrisa en mi dolor
Anna, se llama. No sabría, después de todo, cómo (d)escribir lo que sucedió con ella.

I

Fui a su fiesta de despedida, llena de alemanes porque lxs mexicanxs habían quedado muy crudxs de la noche anterior. Había una tómbola. Cuando llegué tomé un papel de un bote y lo desdoblé: espiral. A un lado de los papeles estaban las cosas que Anna ya no necesitaría de regreso a casa. Cada cosa tenía pegada un papel con el mismo ícono qe alguno de los otros papeles. Espiral, espiral, espiral... ¡Ya! Un informe de Derechos Humanos en Oaxaca elaborado por una ONG feminista.

Creo que me llevé lo mejor que me pude llevar. A quien le tocó el gas pimienta, que Anna jamás tuvo necesidad de usar, le podremos reprochar toda la vida haberlo dejado por ahí y haberle perdido la pista. Alguna otra persona tuvo la gracia de activarlo y todxs tuvimos que salir del edificio. Incluso algunas personas enfermas se retiraron de la fiesta, y el conteo de mexicanxs que ya era más alegre decreció de nuevo.

Aun cuando llegó el chico que me dijo que salía con ella, aun rodeados de personajes extraños como aquel cocainómano que apareció por ahí, Anna estuvo conmigo más que con cualquier otra persona. Yo sonreía y sonreía mientras bebíamos de la bebida extraña que ella había preparado y que nadie más parecía estar consumiendo. Y ella sonreía y sonreía también.

Al conversar más con ella me di cuenta de que cada detalle me gustaba más y más. Hermosa, defendía lo que creía aunque contradijera las ideas borrachas de sus amigos descorazonados por la partida de sus propios amores lejanos. Con un cierto aire a Margaret, se movían sus gestos. Me volvía a presumir que era mayor que yo, y nos abrazábamos parad@s en medio del lugar, como si no hubiera nada más.

Después de un rato llegó su jefe, acordeonista de una banda, con otro músico del grupo. El mundo-ciudad-pañuelo me llevó a la invitación final: la cena de despedida de Anna el miércoles próximo. El jefe cocinaría un platillo vegetariano por ella. Por supuesto que asistiría.

En algún momento de la vida, el él que dijo que salía con ella habló conmigo en su ebriedad. Me dijo que esperaba volver a verme y que hubiera encontrado yo lo que buscaba, y que lo tuviera. En el momento, se dijo, tanto él como yo habíamos encontrado lo que buscábamos pero no lo teníamos. Me insistió en que éramos muy parecidos, y trató incluso de arrojarme sus propias problemáticas encima. Le devolví los buenos deseos. Yo también espero verlo y que haya encontrado lo que busca... y lo tenga.

Anna me agradeció mucho haber ido a la fiesta, y me dijo que fui la sonrisa de la noche. Para mí ella fue la sonrisa de la noche. Y de la semana que tuvimos para conocernos. Se quedó con el él que dijo que salía con ella y ya me había ido para cuando cerraron la puerta. Caminé pensando en ella, en él, en lxs relatos-extrañxs, en la bruja cristiana. La calle me hablaba todo el tiempo con sus casualidades, y sobre todo cuando yo le respondía. Sonreí y llegué a dormir después de las 4:00 de la mañana.

II

El platillo vegetariano es el platillo más delicioso que he probado en años. El hombre aprendió a cocinar así por su abuela y por las francesas que vivieron con él. Con él conversé, y con ella. Fui el primer invitado en llegar después de ella.

Charlando sobre regalos, ella descartó uno a uno cada opción que yo había imaginado y descartado primero. El mejor regalo que podía darle era un buen recuerdo, con todo el cariño que le tengo. Eso fue lo que le di.

El tiempo que tuvimos fue muy corto. Las miradas en silencio todavía me llenan de emociones, y me llenarán. No me importa lo que diga el mundo, estoy enamorado. Y no sé bien a qué me refiero con que estoy enamorado, pero lo estoy. No me importa su convencionalidad: lo estoy, y en un sentido no-tradicional.

Después de que los músicos interpretaran canciones a voz y guitarra, como De repente y algunos fados, ocurrió la despedida. Abrazos duraderos. A un lado se escuchaban el jefe y el otro cantando "fue un gusto haberte conocido", y Anna respondió que sí, que justo eso. Cambiaron de canción: "porque eres un amor que no fue, un amor que no podrá ser", y Anna contestó que sí. No sé si se quedó en el contexto de la primera canción, pero eso no importa. Lo que importa es el cariño compartido en la sonrisa, la mirada y el abrazo.

La última vez que la vi fue en una bicicleta, regresando por última vez a su casa aquí.

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