lunes, 21 de abril de 2014

El monstruo: Gestalt y parresía

Entonces, jugando a la Gestalt, nos pidió que nos dejáramos llevar y recorriéramos un camino que quisiéramos recorrer, llegáramos a una casa, una construcción, y al abrirse la puerta encontráramos un monstruo.

¿Qué nos dice ese monstruo? ¿Qué le contestamos? Debemos dibujarlo. Debemos responder, también, a qué nos conduce detectarlo. ¿Adónde queremos llevarlo, adónde lo invitamos? Ese monstruo somos nosotrws mismws.

¿Qué vi yo? Lo vi a él. A él en una faceta monstruosa, por supuesto. ¿Qué me dijo? Me dijo que debía quedarme claro que no debía meter violencia en todos los días de su vida. "No es tu culpa que tus antepasados hayan talado todos los árboles del bosque, pero el bosque sigue sin árboles."

¿Qué le respondí? Parresía: "Pero yo no soy mis antepasados, y quisiera saber si en aquello que alguna vez fue un bosque se puede sembrar y pueden crecer flores."

¿Adónde me conduce detectarlo? A ver un desbalance en mi vida que noto a diario.

¿Adónde quiero llevarlo, invitarlo? A ser mi amigo. A caminar por el bosque y sembrar para ver crecer flores.

¿Dibujarlo? Es lo que he estado haciendo todo este tiempo, estos últimos días.

Detrás de la casa-construcción estaba el bosque. El camino recorrido era el camino de ladrillos amarillos...

Ese monstruo somos nosotrws mismws. Hay promesas que se hacen por amor. Pero a veces ese amor hace que esas promesas se rompan. A veces hay que abrir la boca aunque sea peligroso. Ya nos hablaba Foucault de la parresía:
De manera más precisa, la parresía es una actividad verbal en la cual un hablante expresa su relación personal a la verdad, y corre peligro porque reconoce que decir la verdad es un deber para mejorar o ayudar a otras personas (tanto como a sí mismo). En parresía, el hablante usa su libertad y elige la franqueza en vez de la persuasión, la verdad en vez de la falsedad o el silencio, el riesgo de muerte en vez de la vida y la seguridad, la crítica en vez de la adulación y el deber moral en vez del auto-interés y la apatía moral.
Cuando preguntamos esperamos respuesta. Aunque esa respuesta duela. Y cuando conseguimos dar una verdad, esperamos ver verdades venir.

Esperamos. Aquí estamos el monstruo y yo (el monstruo-yo), de noche, conversando a través de estas letras y todo el sueño que tenemos encima. Cariño. Cariño. Cariño.

¿Alguien más, acaso, recorrerá el camino de ladrillos amarillos para llegar a la casa-construcción y ver al monstruo detrás de aquella puerta que se abre?

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