domingo, 6 de octubre de 2013

Quisiera decir mucho

Quisiera decir mucho, quisiera decirte mucho.

Lo primero que quiero decirte es que te extraño mucho, que extraño tu compañía, que extraño compartir los espacios. Que extraño ir a tu casa y que la señorita linda del servicio de seguridad no me pregunte adónde voy, aunque según yo para estas alturas ya cambió la gente que trabaja ahí. Extraño ir y poder comer quesadillas (extraño a Dios), sentarme al lado de tus xadres y charlar con ellxs por horas. Me dolió mucho no poder acompañarte cuando tus amigos fueron a cenar.

Estoy haciendo un viaje. Un viaje que para hacerse me ha obligado a tirar cosas por la borda, y creo que no pocas. Estoy haciendo un viaje en que enfrento mi miedo al vacío, y me veo cara a cara con la soledad. La soledad, quien ha resultado ser mi compañía.

No lo tomemos (a) mal, la soledad puede ser una gran compañera. La soledad me invita a amar tanto como yo necesite. He tocado la puerta de su casa y me ha abierto; me ha invitado a pasar.

Soledad, aquí estan mis credenciales.
Vengo llamando a tu puerta, desde hace un tiempo.
Creo que pasaremos juntxs temporales;
propongo que tú y yo nos vayamos conociendo.

Quisiera decirte mucho, pero tendrá que ser sin palabras. Si con miradas no entiendes, no podré ofrecerte más. La ambigüedad es destino, destino nuestro y de partituras entintadas: de palabras otras y de palabras a secas. Si lo quieres, tendrás que buscarme en lo que no diré.

Aquí estoy; te traigo mis cicatrices:
palabras sobre papel pentagramado;
no te fijes mucho en lo que dicen;
me encontrarás en cada cosa que he callado.

Quisiera decirte mucho, porque duele; duele mucho todo. Hoy es 6 de octubre; cumpliríamos seis meses. ¡Mentira! Seguro serían años, años. Pero quien va de mi brazo, de la mano conmigo, es quien callada me recuerda mi condición (de sujeto en ella, de sujeto en soledad).

Ya pasó, ya he dejado que se empañe
la ilusión... de que vivir es indoloro.
Qué raro que seas tú quien me acompañe, soledad,
a mí que nunca supe bien cómo estar solo...

Pero tengo que aprender y hay muchas lecciones aquí. ¡Pienso tantas cosas! Juego a no preguntarme, para obtener una respuesta, pero en ese mismo juego creo que preguntarme (incluso por la respuesta) puede ser una herramienta útil, siempre y cuando sepa que las fotografías que tomo para contestar se vuelven negativos de pasados, instantáneas de pedazos muy pequeños de mi entendimiento.

Soledad, aquí están mis credenciales.
Vengo llamando a tu puerta desde hace un tiempo.
Creo que pasaremos juntxs temporales;
propongo que tú y yo nos vayamos conociendo.

No es fácil. Claro que no. He escuchado una y otra vez que esto es parte de crecer. Lamento las formulaciones, pero la idea de fondo tiene mucho de cierto; es así como dejo que se empañe la ilusión de que vivir es indoloro. Lo asumo y trato no de ser fuerte pero sí consistente, y así continúo con mi viaje.

Ya pasó, ya he dejado que se empañe
la ilusión... de que vivir es indoloro.
Qué raro que seas tú quien me acompañe, soledad,
a mí que nunca supe bien cómo estar solo...

He pensado una y otra vez (desde los momentos teenage-angst que creyeron ser post-teenage-angst) que no es lo mismo estar solterx que estar solx. He creído que hay que aprender a estar solterxs, a disfrutar nuestra condición de no acompañadxs (que en realidad es una condición de "acompañadxs de otra forma"). Justo ahora creo que lo que me toca es aprender a estar solo, no soltero. Y a estar acompañado, sí, de otra forma.

Qué raro que seas tú quien me acompañe, soledad,
a mí que nunca supe bien cómo estar solo...

Y entre tanto, quisiera decir mucho, pero no sé cuánto sea prudente decir. Quisiera decirte mucho, pero creo que por ahora me quedaré queriendo (y que por ahora me quedaré queriendo).

No hay comentarios:

Publicar un comentario