lunes, 30 de septiembre de 2013

De mis viajes alegres

Entonces subo a la bici de nuevo y todo se desaparece. Todo menos las calles, menos las mariposas en el aire y el viento en la cara. Esta vez hay más peso, y también me siento más ligero. A veces el esfuerzo tiene consecuencias contrarias.

Después de más de una hora regreso del parque, pero vuelvo a salir en minutos. Ahora voy en la calle. Las avenidas me obligan a ir a velocidad y parto el espacio mientras la voy respirando. Llego a mi destino, consigo el objeto mágico y maldito que me ayudará tanto, y como héroe, regreso en mi caballo de la posmodernidad chaira, otra vez por las avenidas.

Voy cantando. Canto sin que me importe hacerlo bien o mal. Canto, y canto fuerte.
Oh, she takes care of herself; she can wait if she wants; she's ahead of her time. Oh! And she never gives out, and she never gives in; she just changes her mind.
Ya no es que rompa el viento, es que soy el viento, que nos movemos juntos y silbamos al unísono.

Hasta que tengo que subir y no llevo suficiente impulso. Entonces hago un cambio de velocidad muy torpe y la cadena se va de vacaciones. Me hago a un lado y trato de resolver el problema. Mi poca destreza es suficiente para que un hombre de un carrito de fruta se levante con una bolsa en la mano, haga un truquito de magia y con lo que yo estoy haciendo la cadena quede en su lugar. Asombrado, le agradezco y me voy sonriendo.

A veces veo pedacitos de esperanza tirados en las calles, entre tanta negrura. Seguí cantando como tonto hasta llegar a casa; cargo cristales en los bolsillos.

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