lunes, 10 de febrero de 2014

Más en la(s) ciudad(es)

El mercado Testaccio es fondo para el viaje.

I

Personajes:
  • El conductor
  • La señora lambiscona
  • El anciano
  • El trabajador
  • La señora amable
  • El indiferente
  • Usted
USTED está sentadx al fondo del autobús. A su lado, el INDIFERENTE. De repente, el CONDUCTOR detiene la máquina y deja subir al ANCIANO, quien trata de pagar el pasaje con seis pesos. "Ya son siete, señor." Qué se le puede hacer.

El ANCIANO reniega pero otorga y va a sentarse quejándose del precio del transporte. La SEÑORA LAMBISCONA, que ha estado charlando todo el día con el CONDUCTOR y adulando su ruta, le echa en cara al ANCIANO que en la ciudad tenemos el transporte público más barato de todo el país. El TRABAJADOR deja escuchar que "también el peor".

Comienza la discusión y cada quien aporta su queja. Se escucha un alboroto tal que el INDIFERENTE quizá lo nota a través de los audífonos que tratan de sellar la realidad en sus oídos, con un pegamento mágico y musical de escape. Hasta la SEÑORA AMABLE responde.

El ANCIANO sigue protestando, y el TRABAJADOR expresa su molestia: "ah, eso sí, nos quejamos por seis pesos, pero nada más". Dice que la canasta básica sube y sube todo el tiempo pero nadie dice nada. Aquí todxs dicen todo. USTED está maravilladx tratando de recordar cada detalle -el pegamento mágico le serviría- para escribir un texto al respecto (no sabe que lo escribirá meses después, ni que es éste).

Apenas a unas cuadras de haber subido, el ANCIANO, molesto, decide bajar. El CONDUCTOR se lo permite mientras el resto del mundo sigue gritando. USTED ya le ha contestado a la SEÑORA LAMBISCONA: ¡en el Distrito Federal el precio del metro es mucho más barato! El transporte público aquí es caro y una mierda. (Si a alguien le queda muy claro esto es al CONDUCTOR, que no tiene el privilegio de poder detenerse a mear o cagar.)

Poco después, el barullo decrece y la SEÑORA AMABLE baja. USTED y ella se despiden con calidez a pesar de sus desacuerdos. Finalmente, cuando el mundo se ha callado, es su turno de descender. Al hacerlo, dice adiós a toda la gente. Sólo le responde, y con muy buenos deseos, el TRABAJADOR. (Quizá el CONDUCTOR hace un gesto.)

Ahora que está en la calle en el momento ulterior, USTED lo sabe: en la ciudad hay una bomba. Y poco falta para que reviente.

II

Ya sea bajando del tren ligero, subiendo a tomarlo, caminando por las calles de lxs pobres hechas para los automóviles de lxs ricxs, uno se encuentra esas parejas tomadas de la mano. Toman el camión así, o así lo miran a uno y se miran con complicidad: aquí están, por todos lados. Y uno no puede más que sonreírse, sonreírse por ellos y por su valor.

Al fin y al cabo, la ciudad tiene una bomba homofóbica.

III

"¿Es una mujer o un hombre? ¿Es una mujer o un hombre?", pregunta un ser andrógino que parece querer expresar que su género es el femenino. Se abre paso entre lxs pasajerxs que van de pie hasta llegar al objeto de su pregunta. Le veo: a todas luces, cualquiera podría pensar que es una mujer. La sonrisa maliciosa del ser andrógino se abre más: "ay, perdóname, pensé que eras una mujer". Sus pantalones, su cintura y el resto de detalles estilizados no engañarán al ser andrógino, a la policía de género que se revuelca en sí misma y que se niega a verse. Las risas estallan alrededor. Se burlan de nuestra mujer que (no) es una mujer. Se ríen y se ríen. Yo digo "¿y qué tiene de malo?", pero nadie me escucha.

La policía de género baja del autobús por adelante, mientras nuestra mujer (o no, nunca lo sabremos y no importa) camina hacia la parte trasera. No: no hay una bomba. Hay muchas. Y están reventando.

IV

Érase una vez el chico de las mil coincidencias. En otra ciudad, con sus otras bombas, pregunté de viaje a mis acompañantes, provenientes del mismo lugar que yo, si conocían a Camila. Sí, a esa Camila. "No, no la conocemos." "Pero yo sí: es la novia de mi roomie."

Quien responde que sí es el chico de las mil coincidencias, quien escribe y vive en el Distrito Federal. Al final no podría relatar una a una todas esas coincidencias porque ni siquiera las conozco. Me queda claro que lo quiero y que me quiere, y que su bicicleta es de exactamente el mismo modelo que la mía. Lástima que no hayan coincidido en precio y que él haya pagado el doble.

V

Espero en la cenaduría: Cenaduría, mon amour. De repente llegan y se sientan un él y una ella desconocid@s. Él, un español irónicamente rubio, es el hombre más guapo del mundo.

VI

Entonces me senté con ella afuera del mercado, para desayunar en donde venden waffles. Pedí una crepa y luego un desconocido llegó: otro el-hombre-más-guapo-del-mundo.

Se sentó con una chica en un eje de simetría con mi mesa. Ellas se daban la espalda entre sí y nosotros podíamos mirarnos. A veces lo hacíamos accidentalmente; una vez y una vez cada una volteó para ver al otro. Qué lástima que él no tuvo el valor de pedirme mi número telefónico cuando me levanté y me fui. Y qué lástima que no tuve el buen gusto de dejárselo en una servilleta sucia.

Al fin y al cabo, este el-hombre-más-guapo-del-mundo y yo nunca nos haríamos caso.

VII

Esta ciudad tan llena de hilos y engranes no deja de abrazarme con sus historias que convierto en anécdotas en un juego de alquimia. Pero yo no consigo recordar -como igual no conseguiré olvidar- todas. Este párrafo tiene título: Mi memoria y mi tiempo o De la (im)posibilidad de (narrar) las anécdotas.

VIII

Entonces un (sujeto disfrazado de) cartero la encontró y le entregó un sobre en la calle -una bomba de otro tipo-. Así, de la nada.

Le decía: "si no puedes cambiar al mundo, no dejes que el mundo te cambie a ti."

1 comentario:

  1. Es fascinante ver como se mueven los engranajes en la mente de alguien capaz de compartir una perspectiva del mundo que observa, sin dejar de ser parte, que invita a entender y también a preguntar por su cuenta. Pacen ideas naturales, pero dejan ver mucho, logran sorprenderme... pero eso no me sorprende :)

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